Hay un proverbio japonés que reza 光陰矢の如し (kōin ya no gotoshi): el tiempo es como una flecha. Cualquiera diría que han pasado tres años desde aquel primer post vacilante y estúpido, aquel hello world please don't kill me, horas antes de coger el autobús destino a los mandriles. Y sin embargo, cuántas experiencias, casi que parece media vida entre estas calles. De todo el camino recorrido, sin duda este ha sido el mejor y el peor año, en casi todos los aspectos. He conocido el paraíso y he conocido el infierno, en ese orden.
A finales del año pasado me anunciaban el cese de mis servicios en la tele para poco tiempo más tarde, y teniendo una carrera más que orientada en la capi y una futura vida sentimental por la que habría viajado hasta las puertas del Hades sin dudarlo, me concedí un último capricho, el más caro de mi vida, algo que me pedía el alma desde la friolera de diez años: una estancia medianamente larga en Japón, ese país al que adoro y odio a partes iguales. Muchos sabéis por este canal de mis pequeñas aventuras en este tercer Viaje del 2008. Nuevos lugares, nuevos amigos, nuevas experiencias... han empapado cada rincón de mi memoria hasta ahogarla. La primavera del paraíso.
Fue regresar a España y encontrarme con todo patas arriba: la dueña y señora de mi corazón me dice adios, amigos que ya no me reconocen (¿tanto he cambiado?), post-operatorios de dolor y todo lo que tengo es el único deseo de no desear nada, partir de cero, partir de mis raices, volver a nacer: volver a buscar casa, volver a buscar trabajo, volver a encontrar un hueco en este lugar de locos. Pero tras probar el sabor de la miel, ¿quién quiere volver a comer gachas? Mi adaptación a una vida nueva ha sido muy dura, quizá la prueba más dura a la que jamás me he visto sometido, más incluso que la primera vez que vine a la capi, hace ya tres años. El tiempo es como una flecha... Un año como éste no pasa por el corazón de nadie sin dejar llagas, pero ninguna es incurable. Y cada cicatriz es un tatuaje, una demostración de fuerza y ganas de luchar. Seguiré siendo un salmón toda la vida.
Este vuestro blog, versión discreta de mi alter-ego, ha sufrido como es natural estos tremendos altibajos: de alcanzar una popularidad sin precedentes durante mi primavera tokiota a sucumbir como la bolsa durante el verano posterior. Desde hace menos de un mes parece que vuelve a recuperar el ritmo de visitas que se había logrado a finales del 2006, tímidamente vuelve a ganar la confianza de muchos lectores. Esperemos que esto siga así y "Pepe vente..." pueda contar de nuevo con muchos amigos, aunque sean anónimos.
Desde aquí, gracias a todos los que hacéis que mi aventura bloggera merezca la pena. Gracias. Aún me queda mucha guerra por dar.