miércoles, 18 de junio de 2008

Límpiate las gafas, guarro

Una de las cosas más interesantes para los gafotas como yo en la capital de Cipango es que en muchísimas de las ópticas de aquí hay un servicio gratuito de limpieza de gafas, con máquinas de ultrasonidos. Para aquéllos que vayáis en breve, queráis beneficiaros de este servicio y no entendáis los garabatos que hay en todas partes explicando cómo funcionan, a continuación os voy a dar una pequeña explicación. Atención: no valen todos los tipos de gafas! Creo que las lentes antiguas pueden verse perjudicadas, aunque no estoy seguro de esto.

Antes de nada, el kit de limpieza suele estar formado por: (a) una pequeña máquina en forma de cubeta, con un líquido dentro y un botón con un led, (b) una cubeta con otro líquido, (c) una caja de pañuelos de papel y (d) una papelera. Lo podéis ver en la foto siguiente:

El sistema es muy sencillo y suele explicarse de forma muy gráfica. Pero como muchos de vosotros sois unos torpes (tú precisamente, el que estás leyendo ahora, ya sé que no lo eres...), por si acaso os lo cuento:

1. Pulsáis el botón de la maquinita, oiréis un ligero zumbido (los ultrasonidos), y cogiendo las gafas por las patillas, las sumergís en la cubeta de la máquina y las movéis dentro con un leve ritmillo.

2. Tras un minuto (en otros sitios hasta cinco, pero tanto tiempo no hace falta) se apagará el led y dejaréis de oir el zumbido: la máquina ha terminado. Sacáis las gafas de la cubeta y las metéis en la otra, para aclararlas, por unos breves instantes (unos segundos moviéndolas dentro bastará).

3. Tomáis un pañuelo (o dos, sin abusar) de la caja y secáis las gafas. Al terminar, los pañuelos se tiran a la papelera.

Las ventajas que encuentro a este sistema son pocas, pero una de ellas es bastante valiosa. Los que tengáis gafas cuadradas sabréis que es muy difícil limpiar completamente las esquinas interiores, un poco protegidas por el apoyo nasal. De esta forma no hace falta frotar (con lo cual no se rayan) y las lentes quedan impecables.

Recordando Kamakura

Ir a Tokio y no pasar por Kamakura (鎌倉) es un delito. Y como no queremos ser responsables de ningún conflicto internacional entre España y Japón, nos vimos en la obligación de pasar un día por allí. Así que fuimos Seru, Mi-chan (una amiga japonesa del piso compartido) y yo.
Habiendo ostentado la capitalidad durante cierto tiempo, en pocos sitios existe una concetración tan alta de centros de culto. Allá donde mires, los templos budistas (お寺, o-tera)aparecen como setas. Aparte del famosísimo Daibutsu de Kamakura, una estatua enorme de bronce de Buda orante. Creo que pocos monumentos resultan tan emblemáticos de Japón como este Buda, que todos conocen y pocos saben dónde está.

Todo esto, acompañado de una exuberancia forestal típica de la campiña japonesa (田舎, inaka), convierten en esta localidad en un lugar de visita imprescindible, siempre que os guste el tema naturaleza o monumentos históricos. Aunque, entre muchas otras cosas, lo que más me llamó la atención fue encontrarme con este restaurante:

A Mi-chan le resultaba incomprensible nuestra sorpresa ante semejante hallazgo. Valencia es un lugar muy famoso en Japón: todos conocen las naranjas valencianas, la paella y a Villa Maravilla. Pero vamos, le dije que era como si fuera a Segovia y se encontrara con un restaurante japonés con especialidades de su región ("y qué es Segovia?"). Bueno, nada como un buen té verde tradicional (抹茶, maccha) para descansar de la larga jornada.