viernes, 29 de agosto de 2008

Diga patata

Hay gente que quiere practicar el idioma sea como sea. Y en el centro de Shibuya (cerca de la salida de Hachiko de la estación) , a mediados de mayo, me encontré con esta estampa, fue inevitable sacarle una foto:
 


En su defensa explicar que, con el nivel de inglés que generalmente se gastan, es comprensible que deseen practicar. Bueno, la verdad es que los españoles no estamos como para presumir. Pero allí, uff..., ni el stuff de un hotel corriente. Haberlos haylos, pero es raro. Y su acentillo es muy característico, por lo chungo.

martes, 26 de agosto de 2008

Hable más bajo, que no le entiendo

Este vuestro blog, que se ha orientado rápidamente hacia la temática nipona, no empezó de esta forma ni era su intención. Su cometido era mucho más intimista, y en estos días de inestabilidad emocional he querido dar marcha atrás, hasta sus raíces. ¡Imposible!
"Pepe, vente pa Madriz" ya se ha convertido en toda una institución personal, y creo que debe seguir así. Por lo tanto, para dar un poco de rienda suelta a mis necesidades literatas, he decidido iniciar un nuevo blog donde vaya introduciendo pequeños relatos e historias completamente inventadas. Por pura necesidad.
Resumiendo: si tenéis un rato aburrido, pasaos por "Hable más bajo, que no le entiendo" (http://hablemasbajo.blogspot.com/), que ya ha sido inaugurado con una pequeña historia. Espero que os guste.

jueves, 21 de agosto de 2008

Volviendo a las andadas

Saludos fieles lectores! Tras el shock de salir de Japón, enfrentarme a una intervención quirúrgica y al reposo de curar varias heridas, considero que ya he dejado mis neuronas en barbecho lo suficiente como para intentar retomar "Pepe, vente..." progresivamente hasta alcanzar la regularidad de publicación a la que os tenía acostumbrado. Al menos, para incluir algunos posts "post-viaje", más impresiones positivo-negativo-neutras aderezadas con reflexiones aburridas que no interesan a nadie. Pero, como decía a menudo mi compañero de piso y co-miembro del "Club de los que no ligan" maese Gii-chan, "qué le vamos a hacer..."
Recientemente pude leer un "Patente de Corso" del Sr. Pérez-Reverte donde describe una hábil técnica de identificación de las nacionalidades de los turistas en diferentes puntos del planeta. Cuando llega al turno de los españoles, no puedo dejar de sonreir y asentir con la cabeza. Para qué os voy a contar lo que todos sabemos ya. Para más señas, volved a ver el desfile de los equipos olímpicos el día de la inauguración de los JJOO de Beijing. Como reza el acervo popular, "mal de mucho, consuelo de tontos" y como somos medallistas en el deporte de la envidia, afortunadamente nuestros primos-hermanos de la Península Itálica nos acompañaban en nuestra vergüenza colectiva tuviendo que sufrir las llamadas de atención de los servicios de organización en aras de mostrar consideración y solidaridad con el resto de los combinados olímpicos y comportarse como manda la madre.
Esta vergüenza ajena la vengo sufriendo desde antes de aterrizar en suelo español: bastó con compartir espacio vital reducido en la cabina de un avión con más compatriotas el día de regreso a mi país (del que jamás he renegado y por el que he dado la cara cuando las circunstancias lo han requerido, creo). Acostumbrado a ver durante tres meses cómo las cosas funcionaban, cómo la gente ponía de forma natural un poco de su parte porque todo fuera más cómodo para todos, cómo todos anteponen las disculpas al tamaño de sus genitales, cómo la modestia se convierte en un arte... ha sido (y sigue siendo) desmoralizante regresar a la España más absurda, más soez y más orgullosa de seguir siéndolo por los siglos de los siglos. Amén.
Hasta ahora siempre he pensado que los españoles disfrutábamos de mayor libertad que los japoneses, ya que nuestra sociedad es menos rígida en el protocolo, más permisiva en las costumbres y mira para otro lado cuando alguien se tira un cuesco (en sentido figurado). Sin embargo, he observado que en realidad somos víctimas de nuestra propia libertad: se trata mal al que no es chabacano, al que no escupe contra el suelo o mea en la esquina, por decirlo de alguna forma. Afortunadamente para mi salud social, poco a poco va siendo aceptada por mi conciencia ciertas costumbres de este suelo que aún dibujan una sorda mueca de desagrado en mis nuevos principios. No niego que antes no me disgustaran, pero descubrir un mundo donde no son necesarias y donde la libertad no se manifiesta en poner a todo volumen el perreo en medio de un vagón del metro, en tirar una botella vacía al suelo cuando tienes a dos metros una papelera, en apestar a medio personal con un cigarro encendido entrando en un ascensor, en escuchar la asertación de problemas del vecino a su cuñada a grito pelado por el patio interior, en averiguar que la solución a un atasco no es fundir el cláxon o en que te vacile el cajero de una tienda al darte el cambio. Sí señores, prefiero ser esclavo y renegar de mi derecho a pisar una mierda de perro, de escuchar el reggaeton a todas horas tal y como nos lo regalan tantos "nengs" por las ventanillas de sus equipos estéreo con ruedas, de negarme a escuchar los problemas de nadie si me importa un bledo o de enfadarme sin motivo aparente porque entre tren y tren de cercanías hay quince minutos de espera (ya elegiré yo cuando quiero culturizarme, gracias).
Jamás pensé que tres meses darían para tanto, pero a lo bueno nos acostumbramos con tanta facilidad...