martes, 14 de noviembre de 2006

Post-viaje a Japón (IX): Cagarrutas de ciervo, fun fun fun!

¿Os acordáis cuando os hablé acerca de un postre de Nara (antigua capital nipona) llamado el moco de Buda? Pues esto va un poco de lo mismo, pero con una escatología aún mayor.
El templo Todaiji de Nara es un santuario dedicado a los ciervos. El lugar está lleno de ciervos. Y cuando digo lleno, no me refiero a dos o tres bambis en un recinto cerrado. Los ciervos acampan a sus anchas por los caminos, dentro del recinto. Alentados por la gran afluencia de turistas que visitan el lugar (por cierto, es impresionante), los ciervos se acercan a ellos mendigando comida. Concretamente una especie de galleta que les gusta hasta el punto de ser realmente pesados por conseguirla. Hay puestos de venta alrededor del recinto donde te venden estas "galletas para ciervos" (shika sembei, 鹿せんべい). El año pasado las compré, pero tras la desagradable experiencia de ser rodeado, empujado, mordido, perseguido y embestido por un grupo de cinco o seis ciervas que pretendía conseguir de cualquier forma semejante golosina artiodáctila, este año decidí limitarme a ver cómo lo hacían los demás. El lugar estaba lleno de visitas escolares, y era gracioso ver a los estudiantes correteando perseguidos por los ciervos buscando galletas. Como es previsible, a los machos les sierran los cuernos.
Como podréis imaginar, en el suelo se podía adivinar la presencia de estos animales. A pesar de los esfuerzos aplicados por los miembros de mantenimiento del lugar, era imposible evitar la copiosa presencia de heces de ciervo, semejantes a conguitos. El hecho en sí no sería tan notorio de no ser por una mente japonesa, inminentemente comercial, que aprovechó el sentido publicitario de la mierda de ciervo para idear una golosina llamada precisamente "Cagarrutas de ciervo" (shika no fun, 鹿のふん). El año pasado me resistí a comprar los mocos, este año compré las dos cosas.
Las cagarrutas de ciervo son unas pequeñas bolas de masa de arroz mezclada con un poco de cacao, tostadas, con un trocito de nori (alga negra seca, como la que se emplea en el sushi) en cuyo interior alberga un cacahuete (advertencia, chiste malo: ¿qué mejor que meter dentro que un CACAhuete?). La verdad es que son un vicio: una vez empiezas a comerlas, no puedes parar. Una cierta tristeza me invadió cuando comí la última cagarruta.
¡El año que viene compro dos bolsas! Por supuesto, compré el Katochan del lugar:

1 comentario:

  1. Otra cosa no sé, pero originales y economistas... si que son estos japoneses! Hay que ver el ingenio que tienen para hacer producto de cualquier cosa!! Cacarutas de ciervo.....en la vida se me habría ocurrido para esa idea a la venta!!

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