sábado, 5 de abril de 2008

Mi [primer] o-hanami

Uno de los motivos de llegar a Tokio en esta época del año era el poder ver de cerca la celebración del o-hanami (お花見), cuando los sakura (桜, cerezos japoneses) están tan floridos que todo se pinta de rosa pálido. Ir por las calles es encontrarlas perdidas de pétalos de estas flores, y como corra un poco de viento es como si estuviera nevando. Una pasada.

Ayer fui al parque Yoyogi (代々木公園, entre los barrios de Shibuya 渋谷区 y Shinjuku 新宿区) y ya había bastante gente celebrando el o-hanami, pero de una forma muy distinta a la de hoy. El ambiente era muy tranquilo: familias con sus niños haciendo un sosegado pic-nic bajo las copas de los sakura, que reaccionaban involuntarios a las pequeñas sacudidas del viento con una verdadera nevada de pétalos, lo que se llama sakura fubuki 桜吹雪. Un ambiente muy bucólico bajo un sol radiante que invitaba a sentarse y escuchar a alguno de los grupos aficionados que tocan en este parque. Despues pude ver el Palacio Imperial, y era alucinante: hasta el foso de agua que lo rodea estaba rosa de los pétalos caidos.

A la vista del plan, me propuse por todos los medios vivir un hanami de la forma que fuera, solo o parasitando algún grupo de amiguetes o alguna familia, lloviera o hiciera sol, frío o calor. Así que hoy me levanté temprano y en la estación de Ebisu (恵比寿駅) compré un o-bentō con sushi y otras delicias. A partir de ahí, y como me gusta más andar que ver la ciudad a velocidades de vértigo en un tren, me dirigí hasta el mismo parque siguendo la línea Yamanote (山手線).

Una vez en el parque, me fije en que el plan del sábado es muy diferente del plan del viernes: aquello era un macrobotellón en toda regla, aunque menos guarro y con cosas para comer. Las pandas de amiguetes plantaban sus esteras en el suelo, sacaban las botellas de todo tipo de alcohol y a beber como cosacos. Eso me abrió las posibilidades de acercarme a un grupito que estuviera animado y sugerirles la idea de unirme a ellos. Esto me costó mucho, porque para según qué cosas soy de lo más cortado.

Tras dar unas cuantas vueltas mirando el panorama, me decidí por un grupillo de siete amigos, chicos y chicas un poco más jóvenes que yo. Me fui hasta ellos y les conté que acababa de llegar de España y nunca había visto nada igual (aunque un botellón es un botellón, para qué engañarnos...), y que si no les importaba que me uniera a ellos. Aunque dudaron unos segundos, argumentando que iban a ser muchísimos y no íbamos a caber, uno que parecía llevar la voz cantante dijo: "¡Pues nos apretamos un poco más y ya está! Bienvenido!!". Todos secundaron su opinión y ahí comenzó mi aventura de hoy.

Estos amigos eran mucho más jóvenes de lo que pensaba, la mayoría tenía 21 años. Como se sorprendieron de que yo tuviera 31 (me echaban 24 ó 25), me dijeron: "Si alguno más te pregunta, di que tienes 21, porque si no podríamos causar algo de tensión". Al principio no lo entendí, pero no carece de lógica: hay mucha gente que, dentro de un grupo de la misma edad, si ve a alguien mucho más mayor, se incomoda. A mí me pasa a veces... Les pareció divertido que mintiera a los demás, mientras ellos sabían la verdad: era como un juego.

A partir de ese momento, no dejé de hablar, beber, reirme, jugar y hacerme fotos con todos los que allí estaban y con los que iban llegando: nos presentábamos y hablábamos un poco de nosotros mismos. Ha sido una de las experiencias más divertidas y educativas de mi vida, intenté no dejar de hablar en japonés en todo momento, aunque a veces tuve que tirar del inglés. Incluso uno de ellos, de mote Boozu (por su corte de pelo a lo monje budista), me preguntó si no me dolía la cabeza de hablar en japonés. Mi esfuerzo por hacerme entender en su lengua les conmovió y se volcaron por ayudarme y explicarme más cosas sobre el japonés. Este mismo chico, con el que acabé haciendo muy buenas migas, me indicó que tuviera cuidado con mis cosas, porque en Japón también hay bastantes chorizos, y en los hanami se solían cebar.

Entre juegos, chistes y borrachera, se fue haciendo de noche, y algunos iban ya muy pedo, mientras otros se iban marchando. De vez en cuando alguno se iba a los aseos a cambiar de aguas. Cuando empezó a hacer frío decidí ponerme las zapatillas, ya que para entrar en la estera te tenías que descalzar, como cuando entras en casa. Y yo, que no había dejado de quitarle el ojo a la mochila donde estaba mi dinero, mi cámara y mis documentos, descuidé mis zapatillas. ¡No estaban! Los demás, que se dieron cuenta de mi preocupación buscando el calzado, comenzaron a buscarlas también entre las bolsas de desperdicios acumuladas al lado y la ropa tirada por el suelo. Hasta que alguién pensó que otro de ellos, que iba superpedo y había ido al meadero, se las podría haber puesto por confusión. Aquello parecía un comando: comenzaron a movilizarse, haciendo llamadas al móvil para encontrar al susodicho y buscándolo en los aseos.

Diez minutos más tarde apareció, con un pedal de fliparlo, y con mis zapatillas puestas. Tardaron cero en tumbarlo en el suelo y sacárselas, casi como la policía de Atlanta con un vagabundo negro. ¡Hasta a mí me dió pena! Me sentía tan mal que no encontraba palabras para mostrarles mi agradecimiento y mis disculpas por haberse visto forzados a aquella movilización. Aquello me había dejado de piedra.

La hora de la despedida fue lo más doloroso: abrazos, gritos de exaltación de la amistad, promesas de reencuentro en nuestros respectivos paises que dudo que alguna vez se realicen y alguna que otra lagrimita. Es lo que tiene el alcohol: si hay buena voluntad, lima las timideces y te pone a flor de piel.

Lo que el alcohol no conseguirá nunca es que yo olvide este día. Jamás me había sentido así, tan próximo a gente que no conocía de nada y que se portaran conmigo como uno más. En ningún momento me sentí extraño. Mi pais es España, pero mi alma ha sido, por esta tarde al menos, japonesa.

12 comentarios:

  1. ¡Qué maestro!
    Se nota que has venido a ser la hostia 24/7. Sigue dándoles caña.

    ResponderEliminar
  2. A ver si al final vas a estar mas de tres meses!!!!., mira lo que te digo, aun así me parece una historia alucinante, soy yo y vamos no me acerco a uno ni por invitación, la experiencia me ha encantado,

    saludos continentales!!!

    ResponderEliminar
  3. No puedo Pitxi, que si no te aseguro que un poquito más sí que me quedaba... la gente borracha aquí no es violenta como los europeos, es más bien de los de "amiiiiigoooooo!!", el borrachete simpático de pedo fraternal...

    ResponderEliminar
  4. Muy buena la experiencia! Esa es hospitalidad japonesa, y lo demás tonterías. Quién iba a decir que los japos también tenían botellones XD

    ResponderEliminar
  5. Esa foto es genial, todos ahí medio pedo y con una sonrisa tremenda. Nada que ver con el "bustellón" que vimos en cierto autobús, ¿te acuerdas?

    ResponderEliminar
  6. pues hay que echarle unos huevos para meterse en un grupo asi a las buenas y ademas entiendote con ellos en japones, debes de tener un buen nivel.
    Eres un campeón.

    ResponderEliminar
  7. peazo fieston callejero! y tu ahi en medio! asi, asi, dejando el pabellon alcoolico patrio bien alto! y mira que guapos y simpas los japos! joder, que bonita manera de pasar un sabado en una isla llena de locos! me voy a tomar un chupito de sake a tu salud, ahora mismo!
    a seguir viviendolo1

    ResponderEliminar
  8. Shinjin> Y menudo macrobotellon!!!

    Fernando> Aquellos eran unos pintarras, unos chungos

    Neki> Si te ves obligado a usarlo constantemente, el chip se pone en modo "learning" enseguida

    Pelao> Como si necesitaras excusas para beber... Locos, pero no mas que tu y yo

    ResponderEliminar
  9. Impresionante historia que nos traslada al Japón dipsómano.

    Espero que no le hicieran daño al borrachuzo.

    ResponderEliminar
  10. Un betseller tio, con toda sinceridad, me ha encantado, enternecido y otros muchos adjetivos potitos.

    Web.

    ResponderEliminar
  11. La foto es para enmarcarla, Oaby!!

    ResponderEliminar
  12. Quién me lo iba a decir,mi Fernandito se me ha hecho mayor y se me ha ido al país del sol naciente a conquistar a las orientalas.Sendos lagrimones de orgullo y satisfacción(lo primero va por ti,lo segundo por la rubia que tengo bajo el escritorio)se deslizan por mis tersas mejillas al recordar nuestros años mozos en el colegio de las "carmelitas descalzas"....

    ResponderEliminar