martes, 17 de abril de 2007

El respeto en el Metro, todo un lujo

Tras un merecido mes de descanso, volvemos a la carga con las pilas de nuevo llenas. Y me gustaría comenzar compartiendo con vosotros mi opinión acerca de un comportamiento que vengo observando desde hace poco en los coches del Metro.

No deja de llamar mi atención el hecho reciente de que, desde la popularización de los móviles con reproductores de MP3, se ha puesto de moda el que los usuarios poseedores de uno de estos dispositivos nos deleiten con sus mejores hits dentro de los vagones del metro. No es que me quiera poner quisquilloso, pero resulta harto difícil dedicar una absoluta concentración a mis lecturas (a las que por desgracia sólo les puedo conceder esa hora escasa de atención al día) cuando un chavalito pone a toda mecha (a toda la que el dispositivo le permite) un reggaeton horrendo y machacón, a veces acompañado con su propia voz. Yo respeto los gustos musicales de cualquiera, pero de la misma forma reclamo que se respete mi derecho a no sufrirlo. ¿Qué diferencia hay entre esta situación y otra en la alguien que encendiera un cigarro, me echara todo el humo a la cara?

¡Cuán diferente del metro tokiota! El respeto por el silencio es primordial por aquellas longitudes. Los ciudadanos usuarios del metro en Japón que no están durmiendo durante los trayectos, están inmersos en sus lecturas privadas o mandando mensajes por el móvil. Eso sí, en completo silencio: ni el ruido de las pulsaciones se debe poder escuchar. Como anécdota os contaré que, en una ocasión, a un usuario del metro en Tokyo que se sentaba cerca mío se le olvidó apagar su móvil y comenzó a sonar, a un volumen más bien bajo: decenas de miradas castigadoras se dirijieron hacia él. Como conducido por un reflejo, lo tomó y le dijo su interlocutor en voz muy baja: "Ahora estoy en el metro y no puedo hablar". Sin esperar respuesta, lo apagó, hizo una pequeña reverencia pidiendo disculpas y volvió a guardarlo.

No deseo que este comportamiento nos sirva de modelo, ya que lo considero obsesivo. Pero no debemos confundir la libertad de la que disfrutamos en los servicios públicos con la intolerancia y la falta de respeto hacia los demás. Y en este país de chiste lo hacemos sin parar.

2 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo contigo, un poquito de buenos modales nos harían la vida mucho más feliz, pero por desgracia creo que vamos a peor.
    Saludos

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  2. No nos olvidemos del típico individuo que se deja a medio quitar los zapatos, el que te mete el períodico en el ojo porque prefiere tenerlo abierto de par en par como el que abre las ventanas para airear la casa... pero como han dicho en el comentario anterior cada vez vamos a peor.

    Besitos Xunilzita

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