
El sistema es muy sencillo y suele explicarse de forma muy gráfica. Pero como muchos de vosotros sois unos torpes (tú precisamente, el que estás leyendo ahora, ya sé que no lo eres...), por si acaso os lo cuento:
1. Pulsáis el botón de la maquinita, oiréis un ligero zumbido (los ultrasonidos), y cogiendo las gafas por las patillas, las sumergís en la cubeta de la máquina y las movéis dentro con un leve ritmillo.
2. Tras un minuto (en otros sitios hasta cinco, pero tanto tiempo no hace falta) se apagará el led y dejaréis de oir el zumbido: la máquina ha terminado. Sacáis las gafas de la cubeta y las metéis en la otra, para aclararlas, por unos breves instantes (unos segundos moviéndolas dentro bastará).
3. Tomáis un pañuelo (o dos, sin abusar) de la caja y secáis las gafas. Al terminar, los pañuelos se tiran a la papelera.
Las ventajas que encuentro a este sistema son pocas, pero una de ellas es bastante valiosa. Los que tengáis gafas cuadradas sabréis que es muy difícil limpiar completamente las esquinas interiores, un poco protegidas por el apoyo nasal. De esta forma no hace falta frotar (con lo cual no se rayan) y las lentes quedan impecables.