domingo, 3 de mayo de 2015

Desprocrastinándome

Ver cómo veinticuatro horas pasan en un pestañeo sin haber cambiado nada a tu alrededor me desola. No dejéis que estas palabras os confundan: ocupo mis días a conciencia, e incluso madrugo muy temprano para ello. Pero cuando tienes tantos campos de interés y aparte un hogar del que encargarte y un hijo al que cuidar y con el que quieres disfrutar todo lo que puedas, la cosa se complica. Para poneros un ejemplo, hay un proyecto que tengo pendiente desde finales del siglo pasado, en mis tiempos de Universidad, y parece que siempre que lo abordo lo estoy empezando por primera vez (ya van seis veces!). Siento mucha pena al ver todo en un estado pendiente. Cuando era más joven tenía grabado a hierro en mi conciencia que "somos lo que hacemos", de ahí mi desazón frente a una mesa llena de papeles regidos por una entropía con visos de engordar en lugar de verse mermada.
Hace una semana decidí que de una forma u otra esa actitud debía cambiar. Pero no se lo comenté absolutamente a nadie. He leído en una web de la que no consigo acordarme ahora que, tras un estudio psicológico a una muestra de individuos con problemas serios de procrastinación, llegaron a la conclusión que en este comportamiento resulta tan placentero anunciar a su entorno que van a hacer algo como ver el resultado hecho. En mi caso personal parece que se cumple: tengo el recuerdo de muchos proyectos abortados antes de empezarse por el mero hecho de contar mi intención de iniciarlo. Pronunciar las palabras "pues ahora voy a..." son una sentencia de muerte. Y lo tengo tan institucionalizado en mi haber que mi subconsciente lo ha convertido en una fea costumbre.
Voy a luchar contra  Estoy luchando contra el hecho de creer que he tenido la idea más genial desde la invención de la dinamita y sentir la admiración de los demás al anunciarlo. He empezado no diciendo mi intención de recuperar "Pepe, vente..." ni tampoco el haber creado un blog nuevo, muy sintético, con el objetivo de marcarme metas diarias, forzándome a cerrar frentes poco a poco. Siendo sincero, lo que he hecho es reciclar el espacio de un blog antiguo que hice hace siete años para un proyecto que nunca se llevó a cabo. Espero que esta ironía me roa un poco las entrañas para obligarme a darle continuidad.

jueves, 30 de abril de 2015

Pepe quiere volver a ser Pepe

Me esforzaré por no ponerme muy trascendental, por difícil que sea.
Existía una necesidad en esto de plasmar experiencias en "Pepe, vente..." por primera vez, una inquietud despierta por ofrecer un poco de luz al abismo al que sentía que me arrojaba con un salto de fe al vacío cuando tomé ese autobús que me condujo a Madrid, sólo ida.
No era ni más ni menos que un ancla asida a las cosas que hasta aquel entonces me habían dado tanta seguridad, personas y lugares que abandonaba. Verlo con estos otros ojos, casi diez años más desgastados, se me antoja pueril. Pero de esa pequeña revolución se nutrió este espacio.
Esa necesidad sufrió en menos de dos años una notable degeneración, un ansia por ocupar, por meter paja, cualquier chorrada entraba. Pensaba que enriquecía el blog cuando lo estaba envenenando. El ancla se desenganchó, los contenidos ya no eran para mi disfrute, sino que bufoneaba con ella para el forzado deleite de unos pocos. Conocer otros blogs, aumentar visitas, incluir publicidad... Venderme.
Se me presentó el mayor reto de mi vida (hasta aquel momento) y no jugué bien mis cartas. Alguien me puso un puñal en la mano y yo maté al mensajero. Quizá fue lo mejor. Intentar volver a ponerlo en pie, cuando se había saciado el hambre, ¿para qué?
Ahora quiero recuperar este viejo espacio. La necesidad sigue ahí, pero por supuesto ha cambiado tanto de ropa y peinado que cuesta reconocerla. Hasta tuve la tentación de tirar de la cadena y mandar toda la mierda al ciberlimbo. ¿Qué más da ya? Vuelvo a hacerlo para mí, como cuando empecé. Ahí fue donde lo dejé realmente, y donde ahora le sacudo el polvo.
"Hello again, World. Pepe"